Tortuga

     Lánguida, vieja tortuga
que avanzas por el sendero
camina que te camina,
pasito a pasito lento,
arrastrando tu coraza
hecha de inercias sin sueños;
llena de carne sensible;
vacía de frutos y afectos.
     Si es que buscas tu destino,
si rastreas un mundo nuevo,
comprendo tu parsimonia,
tu indecisión, tu recelo.
No tienes prisa en llegar
hasta el final de un sendero
erizado de tristezas
de incomprensiones y tedios.
Quieres saber dónde acaba
y te da miedo saberlo.
     Por eso, vieja tortuga
que avanzas por el sendero,
antes de seguirlo andando
piensa en si lleva a buen puerto;
que el que conduce a la nada
no es nunca un camino bueno.
     Vale más que des la vuelta.
Deshaz lo que llevas hecho.
Vuelve al vientre de tu madre.
Vuélvete otra vez al huevo
desde el que un día te nacieron
sin tú siquiera saberlo.
     Y, si de nuevo te obligan
a andar por ese sendero,
dile al dios de las tortugas,
al que te armó caballero
y te vistió esa armadura
con su espaldar y su peto,
que también te dé una lanza,
una tizona y un yelmo,
lo mismo que a Don Quijote,
que yo seré tu escudero.
     Y avanzaremos luchando,
contra el sendero mal hecho;
contra los falsos gigantes
de los prejuicios plebeyos;
contra el odio y los rencores;
contra la envidia y los celos.
     Y avanzaremos sembrando
de amores todo el sendero
para llenar tu coraza,
luego, de frutos y afectos.
     Y, así, si el fin del camino
no es el final, estupendo.
Pero si, al contrario, encuentras
que al final no hay nada, al menos
habrá valido la pena
andar por este sendero.